Haunting! – Retroanálisis

Como atestiguan diversas obras de los ’80 y ’90, hubo un tiempo en el que Electronic Arts no era un mero productor de sagas anuales y de videojuegos para gente con el criterio de un belieber. De su primera época hay muchos juegos que destacar, como este Hanting! Starring: Polterguy, de 1993.

Un juego relativamente poco conocido para la 16-bit de Sega, con una discreta crítica y sin muchos fans hoy día, pero un juego con una jugabilidad inédita, muy divertido y original con el que partirse de risa.

Para descubrir el argumento del juego hay que dirigirse al manual de instrucciones. Nuestro protagonista, un chaval aficionado al monopatín, murió trágicamente en un accidente provocado por la falta de controles de calidad de dicho producto, fabricado por la codiciosa empresa de Vito Sardini. Ahora, como aparición fantasmal, planea su venganza haciendo que la vida de los Sardini sea un infierno.

Hay un pequeño tutorial no interactivo. No hace gran falta pero se puede pasar sin problemas.

El argumento podría pasar por una película de terror, pero en este caso el protagonista es el poltergeist y no la familia, de modo que nos colocamos en una perspectiva que nos hará troncharnos de risa viendo cómo los Sardini huyen despavoridos al presenciar las terroríficas imágenes que provocamos delante de sus narices.

Hay un pequeño problema: el protagonista es un fantasma, así que no pueden verle. Pero no es nada, porque tenemos la habilidad de entrar en los enseres del hogar para convertirlos en ilusiones terroríficas, que harán jiñarse en los pantalones a la repelente familia Sardini. Además del acaudalado (y sin escrúpulos) cabeza de familia, tenemos a la señora de culo gordo y cara de remilgada, y dos niños repipis y malcriados a los que nos encantará que se meen encima cuando vean lo que les tenemos preparados.

Nuestro protagonista cuenta con tres tipos de «asústalos» (Fright’em en el original): El azul, que se activará cuando el Sardini vaya a comprobarlos, uno amarillo que se activará cuando queramos, y uno rojo que podremos controlar para hacer recular al inquilino hacia donde nos interese. Además, contará con varios «regalitos» que podremos usar para salir de algún apuro o dar un susto especialmente cardíaco.

Pausa del juego, con el plano de la mansión. Según lo acojonados que estén, los retratos cambian.

Como fantasma, nada puede dañarnos. Lamentablemente, nuestro tiempo entre los vivos es limitado por la cantidad de ectoplasma que tenemos, pero podremos recuperar un poco cada vez que un Sardini salga echando leches de la habitación. Si nos quedamos sin ectoplasma, volveremos a la mazmorra para recoger más… pero ojo, que ahí seremos vulnerables. Otra de las dificultades a las que nos enfretamos son las ectobestias, que querrán robarnos nuestro preciado ectoplasma, y el puñetero perro: una especie de chihuahua rabioso que es capaz de olernos y reconfortar a sus amos. Nada que nos vaya a impedir nuestra labor, no obstante.

Las mansiones tienen muchos artilugios tronchantes. Es muy divertido irlos descubiendo.

Los gráficos del juego no destacan por su colorido, aunque sí son muy variados y divertidos ya que hay cuatro mansiones repletas de artilugios que podemos convertir en verdaderas armas de terror. No tenemos scrolls kilométricos, pero los kelis de los Sardini son bastante grandes y todas las habitaciones son distintas. Lamentablemente, la paleta gráfica del juego es pobre, y a veces parece que estemos jugando con una tarjeta gráfica EGA. Se le perdona porque las animaciones son muchas y buenas, y es lógico que ocupen mucho (y preciado) espacio de ROM.

La mazmorra, el único sitio donde podemos restablecer nuestro ectoplasma… pero también ser dañados.

No es un juego con grandes características multimedia. El sonido no es muy bueno, hay varios efectos digitales pero de una calidad de sonido baja. Además, la música no es gran cosa. Al menos se ha sacrificado la calidad por un motivo, y es que hay más sonidos digitalizados que en la mayoría de los juegos de la consola, entre alaridos, cacharros explotando o mojones cayendo. (en serio, uno de los artilugios que podemos «cargar» es un inodoro, que se pondrá a lanzar zurullos a los Sardini)

Muy de los 90. Mola.

Los aspectos sonoros y gráficos pasan a un segundo plano por lo divertido y variado que es el juego, pero lamentablemente hace que sólo las primeras partidas sean entretenidas. El juego adolece de tener poca rejugabilidad, aunque ciertamente era de esperar. De haber sido un juego más moderno cabría esperar que pudieramos personalizar un poco el juego, o incluso diseñar nuestras mansiones e inquilinos a lo Sims (Maxis, 1999), pero la tecnología en este caso limita mucho el valor replay del título. Pero bueno, es un juego largo y las cuatro mansiones dan para mucho, y decididamente se puede desempolvar de vez en cuando para repetir algunos momentos graciosos.

Las capturas de pantalla han sido amablemente (e involuntariamente) cedidas por MobyGames.

El juego no entraña excesiva dificultad, y hacerse con el control no toma más de 5 o 10 minutos. Pasárselo a la primera partida no es ningún problema para un jugador experimentado, aunque es posible liarse con los saltos en la mazmorra y acabar en el infierno. Pero no pasa nada, a la segunda partida descubriremos cosas nuevas y seguiremos pasándolo bien.

La dificultad es bastante lineal, pero las cosas a partir de la segunda mansión es cuando se ponen serias: hay que competir con las obstinadas ectobestias y sobre todo con el perrito de los cojones. Tras las cuatro mansiones está el verdadero final… que es tan absurdo que no revelaré aquí.

Las ectobestias son un coñazo, pero de un par de patadas nos las quitaremos de enmedio.

Al haber sido un juego con un éxito más bien modesto y limitado, ni hay ni se le esperan secuelas o remakes. Las compañías saben que ganarán mucho más dinero reeditando el Call of Mario: Combat Evolved una y otra vez. De hecho, uno de sus diseñadores acabó trabajando en los Medal of Honor. Este humilde chulón se conformará con añadirlo a la lista de juegos que necesitan una segunda parte.

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