Para ponernos en situación, es 1993 y Sega ha cosechado sendos éxitos con Sonic the Hedgehog (1991) y su segunda parte (1992), llegando incluso a eclipsar las ventas de la Super Nintendo en algunos meses. Su objetivo actual es tener en las estanterías una nueva entrega de la saga para navidad, pero se hace evidente que no llegará a tiempo. ¿Qué hacemos? Pues contratar a unos lacayos para que hagan uno.
Así, el grupo de programación Polygames codificó en sólo unos meses algo completamente nuevo, basado en el popular nivel Casino Night del Sonic 2 y en Pinball Dreams (DICE, 1992). Así, con un apartado artístico proporcionado por el Sega Technical Institute, nació a toda prisa el Sonic Spinball para la navidad de 1993.
La premisa varía de la original en tanto en que todos los niveles son máquinas de pinball. El objetivo del juego no es llegar al final, sino coger todas las esmeraldas del caos del nivel para poder enfrentarnos a un jefe en cada nivel. A diferencia de los pinballs tradicionales, sí que podemos controlar un poco a la bola, que por supuesto se trata del erizo de Sega. ¿Una idea espantosa o genial? Tras casi 25 años aún no lo tengo claro.
Un juego que, sin duda, está marcado por su desarrollo. En primer lugar, debido al poco tiempo disponible, el equipo de desarrollo se envalentonó para programar el juego en C, en lugar de ensamblador. Esto hizo que se ganara muchísimo tiempo, pero a cambio el juego adolece de un rendimiento que no es demasiado bueno, con una tasa de refresco inferior a lo que debería. Además, la física tiene puntos absurdos y los controles no terminan de encajar. Ciertamente, para ser un juego de Sonic, lo dicho es un desastre.
De hecho, los problemas no acaban aquí: los gráficos son originales pero ni por asomo tan buenos como las entregas anteriores. De hecho, tiran a mediocres, y en lugar de estar basados en los originales toman como referencia la serie de dibujos animados de la época. Que… era… pues… un petardo.
Tampoco el sonido es espectacular: por las dichosas prisas nadie reparó en que el tema del título era propiedad intelectual del grupo Dreams Come True, y sus derechos no estaban arreglados para usarlas en el Spinball. Tuvieron que hacer una nueva a toda prisa, aunque por lo visto el uso del sistema GEMS les facilitó mucho la tarea: toda una plataforma de desarrollo de audio para la Mega Drive que aceleraba todo el proceso… al precio de que multitud de juegos sonaran muy parecidos.
Desde luego hasta ahora el juego no parece gran cosa. Sin embargo, este despropósito de desarrollo salió sorprendentemente bien: el juego, aunque corto, es bastante divertido y es suficientemente original como para llevar el nombre de Sonic pero sin funcionar exactamente igual que los demás. Es cierto que el control y las animaciones no ayudan, pero los escenarios son divertidos, y si te gustaron las fases tipo Casino Night se disfruta mucho. Tanto que se acabaron realizando versiones para Master System y Game Gear, aunque ciertamente eran un churrasco importante, muy inferiores a los demás sonics de los 8 bit de Sega.
El juego no ha envejecido particularmente mal, pero es un juego al que nunca se le dio demasiado bombo ni Sega tuvo particular interés en mantenerlo vivo. Su secuela espiritual, Sonic Pinball Party, salió para Game Boy Advance en 2003 pero sin Sonic como bola, tan sólo mesas de pinball tradicionales. En todo caso, una pena que el juego se hiciera con tanta prisa, porque una versión más optimizada quizá hubiera sido mucho mejor recordada. Aún con todo, este humilde chulón cree que valió la pena.