Me fascinan las historias de espías, aunque con frecuencia son tan inverosímiles que parecen pura fantasía. Esto se acentúa aún más cuando abordan el ciberespionaje o el hackeo, donde lo que vemos suele estar diseñado más para impresionar al público que para reflejar la realidad: son tan creíbles como un sordo afinando una guitarra. Sin embargo, hay ocasiones en que la realidad no solo iguala, sino que supera a la ficción.
Stuxnet fue un virus informático que se descubrió en 2010 por la firma de ciberseguridad bielorrusa VirusBlokAda, pero que se sospecha que estuvo activo desde al menos 2005. Su objetivo fue sabotear las centrifugadoras Zippe de Irán para el enriquecimiento de uranio. Aunque existen fuertes indicios de que se trató de un ataque clandestino conjunto de Estados Unidos e Israel, ninguno de estos países ha admitido responsabilidades, y las evidencias sólidas parecen provenir siempre de entidades enemigas. (Un caso de «no tengo pruebas pero tampoco dudas»)