Me es raro catalogar un juego como «retro» o «clásico» con menos de, digamos, 15 años. Pero hay veces que un producto sale tan bien que adquiere el estatus de culto casi inmediatamente. A veces se trata de lo jugable, novedoso o redondo que resulta; otras sencillamente es algo tan arriesgadamente original y que entra por los ojos que no se le puede negar.
Katamari Damacy 塊魂 salió en Japón en 2004, publicado por Namco y con una producción de menos de un millón de dólares, fruto de un proyecto escolar. Un juego tan loco y auténtico que todos los analistas consideraron un suicidio lanzarlo fuera del país nipón. Pero vaya si estaban equivocados.