Escribir una reseña de un juego que a uno le gusta es fácil. Todo es diversión, explica por qué el juego es bueno, pone unas fotitos que han quedado molonas. Coser y cantar. Hay tantos juegos buenos que esto dista de ser difícil. ¿Qué pasaría si uno se propusiere jugar a un cartucho malo con avaricia de la Super Famicom?
No sólo malo con avaricia, encima no tengo ni puta idea de cómo se juega. Es uno de esos juegos de mahjong, una especie de dominó japones con cientos de dibujitos distintos. Además, por algún motivo, en la mesa de juego hay dos dados de seis caras. En fin, se apuesta dinero, no puede ser tan malo, ¿no?
Este juego tuvo la osadía de ser lanzado en 1992 de la mano de KOEI. Salió también revisado para Super CD, el sistema accesorio de la consola PC Engine, conocida como Turbografx fuera de Japón. Ni que decir tiene que un juego de estas características no saldría fuera de este país ni en un millón de años, y por supuesto está en el idioma propio de los que lo fueron a cagar parir crear.
Además de contar con la dificultad de que no tengo ni papa de japonés, tampoco tengo demasiado claro cómo se juega al mahjong. Creyendo que se trataba de una especie de dominó y dado que mi abuelo (que me perdone desde el cielo) me enseñó a jugar, me envalentoné para probarlo. Craso error.
Por si alguien se lo está preguntando, esto no es el solitario ese de ir quitando fichas en parejas, eso es el Shanghai y se parece al mahjong lo que un huevo a una castaña.
El artículo mahjong de la kiwipedia explica que es sencillísimo jugar a este juego, que en dos partidas lo tienes. Esto es una mentira cochina, este juego del demonio es más complicado que moderse el codo. Señores articulistas: decir que es un juego fácil de aprender y, tras esto, escribir diez folios de reglas y excepciones sólo puede ser sarcasmo o psicopatía funcional.
Lamentablemente, me veo obligado a jugar a la caraja. Eligiendo fichas al voleo, vamos.
El juego tiene opciones. O eso creo, no soy capaz de dar con nada porque está todo en japonés. De entrada, esto no dice mucho de mí como periodista aficionado, pero aseguro por los hijos que no tengo que es imposible usar menús que han sido diseñados para yakuzas, geishas y samurais.
Me es imposible discernir si el juego tiene unas reglas sólidas, si es divertido o si sigue las normas del mahgong correctamente. Ahora es cuando se echan en falta los tutoriales de los juegos de ahora, aunque no mucho porque estoy seguro que, de haberlos, estarían en japonés.
Una característica a destacar del juego es la cantidad de contrincantes que hay. Al parecer, pese a que se trata de un juego inequívocamente nipón, todo el mundo posee al inicio cien dólares americanos. Dado que no he entendido ni papa del texto introductorio, es posible que el juego sea en realidad una interesantísima trama criminal de lavado de dinero, pero es algo que me quedaré sin saber.
En este punto, creo que ya nada puede ir peor. En la última de las opciones que me dan para elegir, he elegido la primera porque soy un valiente.
Un aspecto notable sobre este juego es su música. Se dice que la CIA ha torturado a presos en Guantánamo usando música heavy metal, pero estoy completamente seguro de que esto es así porque no conocían este juego. La música es atroz y no merece denominarse como tal. Mala con avaricia es hacerle un favor, es estúpida y estridente. Ken Kutaragi, diseñador del chip SPC700, no conocía este juego, porque se habría hecho el hara-kiri y no hubieramos tenido la PlayStation.
Los gráficos no son gran cosa, pero esto es perfectamente comprensible, porque sólo de tener que almacenar la gran cantidad de simbolitos y dibujitos que tienen las fichas ya es mayor que la Encyclopaedia Britannica escrita con rodillo. Todo un alarde técnico. Fuera de esto, tiene menos color que el plastidecor blanco.
En este punto, empiezo a arrepentirme de estar escribiendo este artículo.
A veces, durante el transcurso del juego, a los personajes les da un siroco y ponen la cara de un pavo escuchando una pandereta. Debe ser tradición esnifar pegamento durante las partidas, pero en formato videojuego se sigue una costumbre más sana y se prescinde de las drogas.
Esto es contradictorio, yo si no me hubiera bebido algunas cervezas no habría podido jugar a este juego.
Según algunas páginas que he consultado sobre el juego, como la kiwipedia en inglés, el objetivo del juego es ganar 10.000 dólares. El dinero se gana tras completar un campeonato, que dura unas 16 interminables partidas. Los emuladores tienen un botón de avance rápido, unido a la técnica de seleccionar las fichas «al azahar» (sic) el suplicio puede acabar razonablemente pronto.
Siempre se ha dicho que Japón es un país de contrastes. Puedes escuchar el himno nacional más antiguo con la tecnología más moderna. Al mismo tiempo, son capaces de crear obras intemporales como Metal Gear Solid (1998) y, de postre, generar este residuo lúdico, quedándose tan panchos.
Muchos dirán que es cuestión de gustos, sí, y que no comprendo la maravillosa simplicidad de este juego. Llamadme cazurro, pero prefiero beber hasta perder el sentido.
Una vez que los organizadores del torneo y los demás jugadores se dan cuenta que nos hemos colado, nos echarán del garito. Se quedarán con todo nuestro dinero, pero ese será el menor de nuestros problemas, porque entonces estará la yakuza para cortarnos el meñique como si fuera un fuet.
Es cierto que 100$ son una pasta, pero el protagonista se lo toma de forma excesivamente melodramática. Yo hubiera pagado esos 100 sólo para no tener que sentir el poder malévolo de la bruja Lola. Al menos el protagonista ha podido conocer a Napoleón y a Julio César, aunque se desconoce cómo vuelven a sus períodos temporales. Con esto, creo que es todo lo que puede decirse de este juego.
En fin, al principio escribir este artículo parecía una buena idea, de verdad.